jueves, 17 de enero de 2008

El bueno, el feo y el malo (27,5 kms.)

Era una emboscada, de eso estaban seguros. No podía ser de otra forma. Una angosta garganta, un paso de montaña, un tronco cruzado en medio del camino. Imposible que fuera casual. En las peñas colindantes se adivinaban, ocultos tras rocas y matorrales, los tocados plumíferos de los guerreros sioux que esperaban ávidos de sangre el momento para caer sobre los tres aventureros y acabar con ellos sin remisión.
Era cuestión de un instante, un duelo al sol en el que la muerte tenía un precio, alguien juró estar oyendo de fondo la música de Ennio Morricone, aunque posiblemente sólo se tratara del viento que soplaba de acá para allá con fuerza de vendaval, arrastrando arbustos rodantes que hubo quien dio en llamar "rascaculos".
Los tres intrépidos aventureros comenzaron a trabajar a destajo. Era necesario retirar el tronco y despejar el camino. No fue sino tras arduos esfuerzos que el trabajo fue completado, y los aventureros pudieron regresar, sanos y salvos, a sus casas, no sin antes detener sus monturas y disfrutar de un piscolabis en el Saloon más cercano.
"¿Y los sioux?" -pensarán ustedes. "¿No iban dispuestos a atacar?". Eso creían los aventureros, pero por lo visto no era más que un asunto psicológico, algo así como que los tres, de forma colectiva, habían somatizado sus temores. Nada que un buen y kafkiano Dr. Caligari no pudiera arreglar con unos tocamientos y una bella enfermera...

1 comentario:

takesi dijo...

De nuevo sorprendente y brillantísimo tu comentario. Has resuelto magníficamente lo que allí sucedió y lo que allí se habló. Enhorabuena.
Una pequeña observación: no son rascaculos sino "quemaculos", los matorrales secos que ruedan empujados por el viento, y que son tan característicos de los "westerns".
Saludos a los bloguers trotters.