tos jumpitos all
esquivando el charco
cuando carles se rompe el culo
carles "regando" la fuente.
Si señor, con mucho morro.
jueves, 27 de septiembre de 2007
Jumping for all (52 kms.)
Volver a transitar los mismos lugares después de un tiempo es algo así como releer un libro con el que disfrutaste de joven. Los paisajes traen ecos de encuentros anteriores, los rincones cuentan historias ya oídas, y sin embargo las sensaciones son diferentes, porque tú has cambiado a pesar de que el mundo sigue siendo el mismo, y entonces te das cuenta de que esa cuesta no era tan empinada como parecía, o de que esta fuente no estaba tan lejos y merece la pena regresar de vez en cuando.
Y, sin embargo, siempre hay cosas que descubrir, como el acueducto romano o una ermita hasta ese momento desconocida, aunque ello haya costado un par de errores de orientación y algún que otro esfuerzo de más, o como un par de nuevos planes que alegrarán el fin de semana y prepararán el camino para la dura prueba que, si todo va como debe, nos espera la semana próxima...
Y, sin embargo, siempre hay cosas que descubrir, como el acueducto romano o una ermita hasta ese momento desconocida, aunque ello haya costado un par de errores de orientación y algún que otro esfuerzo de más, o como un par de nuevos planes que alegrarán el fin de semana y prepararán el camino para la dura prueba que, si todo va como debe, nos espera la semana próxima...
martes, 25 de septiembre de 2007
viernes, 21 de septiembre de 2007
miércoles, 19 de septiembre de 2007
Contra el viento y la lluvia (45,8 kms.)
La inexorable Ley de Murphy vuelve a hacer de las suyas. Podía haber llovido el día anterior, o el anterior, podía haber llovido en cualquier momento de la última semana, seca y calurosa, pero alguien decidió que sería precisamente hoy, el día elegido por los 5 intrépidos aventureros, cuando la lluvia haría acto de presencia y, por supuesto, a la hora señalada como hora de inicio de la ruta.
Cualquier espíritu temeroso habría desistido, habría guardado los bártulos para mejor ocasión y hubiera disfrutado de una agradable comida en algún restaurante cercano, protegido de las inclemencias exteriores, pero, ¿serían intrépidos estos aventureros si actuaran así?
La mejor manera de luchar contra elementos es enfrentándose a ellos, sin esquivarlos, que huir es de cobardes, habrá pues que dirigirse a la montaña, allá donde las cumbres están encapotadas hasta el punto de perderse entre neblinas y humedades, allá donde las nubes se agarran a la roca con la ansiedad con la que un náufrago sujeta la tabla que ha de mantenerle a flote, llegar tan cerca de la cima que el cielo pueda tocarse con yema de los dedos.
Allí habita el dios de las lluvias. Si llegas hasta él, cubierto de barro y sudor, si conquistas su reino como un valeroso guerrero, se arrodillará ante ti y te respetará durante el camino de vuelta.
El dulce regreso a casa, Dios, nunca una buena ducha fue tan necesaria...
Cualquier espíritu temeroso habría desistido, habría guardado los bártulos para mejor ocasión y hubiera disfrutado de una agradable comida en algún restaurante cercano, protegido de las inclemencias exteriores, pero, ¿serían intrépidos estos aventureros si actuaran así?
La mejor manera de luchar contra elementos es enfrentándose a ellos, sin esquivarlos, que huir es de cobardes, habrá pues que dirigirse a la montaña, allá donde las cumbres están encapotadas hasta el punto de perderse entre neblinas y humedades, allá donde las nubes se agarran a la roca con la ansiedad con la que un náufrago sujeta la tabla que ha de mantenerle a flote, llegar tan cerca de la cima que el cielo pueda tocarse con yema de los dedos.
Allí habita el dios de las lluvias. Si llegas hasta él, cubierto de barro y sudor, si conquistas su reino como un valeroso guerrero, se arrodillará ante ti y te respetará durante el camino de vuelta.
El dulce regreso a casa, Dios, nunca una buena ducha fue tan necesaria...
miércoles, 12 de septiembre de 2007
La senda que surge a la izquierda de la curva (40,4 kms.)
Panorámica de la coqueta ciudad de Brujas, Bélgica
Los caminos son conocidos pero parecen nuevos, cada día una experiencia cargada de sorpresas, dicen que sopla el nordeste pero es difícil de creer cuando el aire, vayas por donde vayas, no deja de golpearte el rostro.
Los kilómetros parecen más largos cuando se ha perdido la costumbre de devorarlos con fruición, seis kilómetros para comer, dicen, y los seis kilómetros se eternizan hasta convertirse en doce, alguien se inventa una senda que surge a la izquierda de una curva, más allá de donde debía encontrarse la legendaria lápida. Piedras y más piedras, moscas y más moscas, polvo y más polvo por vías agonizantes hasta llegar a la meta, un helado bajo una palmera, y comprobar que nada ha cambiado tanto y que, en el fondo, pedalear sigue siendo un placer.
P.D.: Cosas que hacer con 300 euros y pico:
· Comprar un GPS de última generación.
· Fin de semana en Ibiza.
· Comilonas (las que sean necesarias).
· Hacerse con unas botellas de whisky y consumirlas en cualquier esquina, cuanto más sórdida mejor.
· ¿Cuánta miel se puede conseguir con ese dinero? Seguro que tanta que sería posible llenar una bañera...
P.P.D.: Población de Brujas según las últimas estadísticas oficiales: 117.523 habitantes. Una megalópolis, vamos. Deben contar también los barrios periféricos...
Tarde de reencuentros en el grupo estupendo, reencuentros a medias, los intrépidos aventureros sólo son cuatro, tal vez porque recomenzar siempre es difícil, tal vez porque el pueblo se prepara para arder en fiestas y conviene estar preparado.
Los caminos son conocidos pero parecen nuevos, cada día una experiencia cargada de sorpresas, dicen que sopla el nordeste pero es difícil de creer cuando el aire, vayas por donde vayas, no deja de golpearte el rostro.
Los kilómetros parecen más largos cuando se ha perdido la costumbre de devorarlos con fruición, seis kilómetros para comer, dicen, y los seis kilómetros se eternizan hasta convertirse en doce, alguien se inventa una senda que surge a la izquierda de una curva, más allá de donde debía encontrarse la legendaria lápida. Piedras y más piedras, moscas y más moscas, polvo y más polvo por vías agonizantes hasta llegar a la meta, un helado bajo una palmera, y comprobar que nada ha cambiado tanto y que, en el fondo, pedalear sigue siendo un placer.
P.D.: Cosas que hacer con 300 euros y pico:
· Comprar un GPS de última generación.
· Fin de semana en Ibiza.
· Comilonas (las que sean necesarias).
· Hacerse con unas botellas de whisky y consumirlas en cualquier esquina, cuanto más sórdida mejor.
· ¿Cuánta miel se puede conseguir con ese dinero? Seguro que tanta que sería posible llenar una bañera...
P.P.D.: Población de Brujas según las últimas estadísticas oficiales: 117.523 habitantes. Una megalópolis, vamos. Deben contar también los barrios periféricos...
domingo, 9 de septiembre de 2007
El dormilón
No son los Dalton, pero también ofrecen recompensa por ellos...
.- Día 10
Hay días que no existen, que se pierden en el olvido y la ensoñación, períodos de tiempo que juguetean entre la realidad y la ficción. Hoy es uno de esos días, y el viajero tiene la sensación de haber sido absorbido por un agujero negro.
Alguien le ha dicho que hubo de despertar temprano, muy temprano, más temprano de lo natural y saludable, y que a su alrededor la gente estallaba en gozos y festejos. Pero él no lo recuerda sino de forma vaga.
Alguien le ha dicho que el mundo se sumía en una niebla espesa e impenetrable, que era imposible ver más allá de las propias narices, que hasta los desayunos se perdían difuminados en humedad blanca. Pero él no tiene conciencia de ello.
Alguien le ha dicho que ha recorrido en unas horas más distancia que en toda la anterior semana, que han atravesado páramos interminables y llanuras abrasadoras, que han parado a decir adiós a los primeros tránsfugas, que han cantado, han oído músicas diversas, han vuelto atrás, pero el viajero sólo puede pensar en lo que ya ha sido, en lo que está a punto de terminar, en lo que quedará para siempre en el recuerdo.
Alguien le ha dicho que el día no ha terminado, que la noche todavía guarda sorpresas. Pero eso es otra historia.
.- Día 10
Hay días que no existen, que se pierden en el olvido y la ensoñación, períodos de tiempo que juguetean entre la realidad y la ficción. Hoy es uno de esos días, y el viajero tiene la sensación de haber sido absorbido por un agujero negro.
Alguien le ha dicho que hubo de despertar temprano, muy temprano, más temprano de lo natural y saludable, y que a su alrededor la gente estallaba en gozos y festejos. Pero él no lo recuerda sino de forma vaga.
Alguien le ha dicho que el mundo se sumía en una niebla espesa e impenetrable, que era imposible ver más allá de las propias narices, que hasta los desayunos se perdían difuminados en humedad blanca. Pero él no tiene conciencia de ello.
Alguien le ha dicho que ha recorrido en unas horas más distancia que en toda la anterior semana, que han atravesado páramos interminables y llanuras abrasadoras, que han parado a decir adiós a los primeros tránsfugas, que han cantado, han oído músicas diversas, han vuelto atrás, pero el viajero sólo puede pensar en lo que ya ha sido, en lo que está a punto de terminar, en lo que quedará para siempre en el recuerdo.
Alguien le ha dicho que el día no ha terminado, que la noche todavía guarda sorpresas. Pero eso es otra historia.
El pianista
La Catedral de Burgos, ¿no?
.- Día 9
Día extraño en la ciudad de los milagros. Cada rincón dibuja la escena de un cuadro de costumbres. Suena el Kyrie Eleison en la imponente Catedral, y un pueblo entero, bañado por el olor a incienso, entona sus himnos celestiales.
El viajero se adentra en el sótano, estrecho y asfixiante, y suplica por algún alimento que llevarse a la boca. En el casino, entre mobiliario decimonónico y olor a tabaco rancio, allí donde los hombres de negocios discuten cuánto tardaría un aventurero en dar la vuelta al mundo, el pianista improvisa un par de piezas ante un público selecto.
Tarde de fiesta. Calles atestadas. Charangas urbanas y una marea de rostros que se desplazan con paciencia de un lugar a otro, celebrando hechos tan trascendentes como la existencia de leche condensada en la barra de un bar, disfrutando de un chorrito de anís en una humeante taza de manzanilla.
Alguien lee el Marca en una mesilla, qué va a leer si no, si la lectura es cada vez más un privilegio por el que hay que luchar. Hasta las ovejas, que leen, montan en bici y buscan su porción de protagonismo en camisetas al por mayor.
Noche de miedo en la ciudad medieval. Arde la catedral, que cambia su figura por la de un castillo transilvano, el olor del incienso por el de la pólvora reciente. Luces, explosiones, figuras pirotécnicas y helicópteros como libélulas marcan el comienzo de unos días de locura y ponen el punto y final a la misión del viajero, que una vez más ha sido cumplida. En algún lugar crece la llama de la melancolía avivada por la proximidad del regreso.
.- Día 9
Día extraño en la ciudad de los milagros. Cada rincón dibuja la escena de un cuadro de costumbres. Suena el Kyrie Eleison en la imponente Catedral, y un pueblo entero, bañado por el olor a incienso, entona sus himnos celestiales.
El viajero se adentra en el sótano, estrecho y asfixiante, y suplica por algún alimento que llevarse a la boca. En el casino, entre mobiliario decimonónico y olor a tabaco rancio, allí donde los hombres de negocios discuten cuánto tardaría un aventurero en dar la vuelta al mundo, el pianista improvisa un par de piezas ante un público selecto.
Tarde de fiesta. Calles atestadas. Charangas urbanas y una marea de rostros que se desplazan con paciencia de un lugar a otro, celebrando hechos tan trascendentes como la existencia de leche condensada en la barra de un bar, disfrutando de un chorrito de anís en una humeante taza de manzanilla.
Alguien lee el Marca en una mesilla, qué va a leer si no, si la lectura es cada vez más un privilegio por el que hay que luchar. Hasta las ovejas, que leen, montan en bici y buscan su porción de protagonismo en camisetas al por mayor.
Noche de miedo en la ciudad medieval. Arde la catedral, que cambia su figura por la de un castillo transilvano, el olor del incienso por el de la pólvora reciente. Luces, explosiones, figuras pirotécnicas y helicópteros como libélulas marcan el comienzo de unos días de locura y ponen el punto y final a la misión del viajero, que una vez más ha sido cumplida. En algún lugar crece la llama de la melancolía avivada por la proximidad del regreso.
La noche de los tapones
.- Día 8
Tan sólo hay que cerrar los ojos y esperar el tiempo que tarda un suspiro en extinguirse. Sin más parafernalia, sin más pruebas que superar, sin tener que desearlo con fuerza, como sucede en los cuentos de hadas. No. Aquí todo es mucho más fácil, y cuando el viajero abre los ojos se encuentra con que ha llegado a su destino en un santiamén, y sus pies se afirman en aquella plaza que durante unos días ha sido el centro del mundo, el sancta sanctorum lejanísimo e inalcanzable, y entonces el viajero puede dejar de ser viajero por unas horas y convertirse en un visitante comodón y despistado, en un observador de planos y fotógrafo de rincones ocultos, en un sedentario paseante que, por primera vez en mucho tiempo, deja de caminar hacia delante para caminar en círculos y volver al mismo lugar del que partió.
La noche llega sin avisar y confunde los sentidos, y el viajero no sabe muy bien si sigue donde debe o se ha trasladado a Dortmund, todos parecen hablar alemán a su alrededor, tal vez todo ha sido un sueño, o una película, “La noche de los tapones” podría titularse, sin ir más lejos, la mejor manera de comprobarlo será impedir que la noche termine, alargarla hasta el infinito, salir de la gramola sin mirar el reloj y torcer la primera esquina de la que surjan ruidos, el ruido como señal vital, como prueba de vida, en realidad el viajero no ha hecho otra cosa durante su viaje, seguir los ruidos, las flechas, su instinto, a los otros, seguir y seguir hasta acabar delante de ese vaso de ginebra que tiene ahora frente a él, una ginebra tan amarga como la existencia.
Tan sólo hay que cerrar los ojos y esperar el tiempo que tarda un suspiro en extinguirse. Sin más parafernalia, sin más pruebas que superar, sin tener que desearlo con fuerza, como sucede en los cuentos de hadas. No. Aquí todo es mucho más fácil, y cuando el viajero abre los ojos se encuentra con que ha llegado a su destino en un santiamén, y sus pies se afirman en aquella plaza que durante unos días ha sido el centro del mundo, el sancta sanctorum lejanísimo e inalcanzable, y entonces el viajero puede dejar de ser viajero por unas horas y convertirse en un visitante comodón y despistado, en un observador de planos y fotógrafo de rincones ocultos, en un sedentario paseante que, por primera vez en mucho tiempo, deja de caminar hacia delante para caminar en círculos y volver al mismo lugar del que partió.
La noche llega sin avisar y confunde los sentidos, y el viajero no sabe muy bien si sigue donde debe o se ha trasladado a Dortmund, todos parecen hablar alemán a su alrededor, tal vez todo ha sido un sueño, o una película, “La noche de los tapones” podría titularse, sin ir más lejos, la mejor manera de comprobarlo será impedir que la noche termine, alargarla hasta el infinito, salir de la gramola sin mirar el reloj y torcer la primera esquina de la que surjan ruidos, el ruido como señal vital, como prueba de vida, en realidad el viajero no ha hecho otra cosa durante su viaje, seguir los ruidos, las flechas, su instinto, a los otros, seguir y seguir hasta acabar delante de ese vaso de ginebra que tiene ahora frente a él, una ginebra tan amarga como la existencia.
¿Pero ya hemos llegado?
Nuestra llegada causó el lógico alboroto en las masas...
.- Día 7
El viajero disfruta de su soledad. No es que la busque pretendidamente, tampoco se ha propuesto huir de la compañía humana que se le aproxima circunstancialmente, pero el camino se alarga y el viajero se ha acostumbrado a avanzar con sus pensamientos como única compañía, por eso se sorprende cuando, a estas alturas de su trayecto, comprueba que no es el único, que otros viajeros comienzan a aparecer como brotados de la tierra, al girar tras una curva, al pasar una arboleda, descansando en una fuente. Por un lado, el viajero se siente reconfortado al observar cómo otros siguen sus pasos y los de aquellos que fueron antes que él; por otro, en cambio, comienza a preguntarse si realmente merece la pena buscarse a sí mismo entre una multitud de gente. En cualquier caso ya no queda mucho que hacer, el final del camino se encuentra allá, atravesando aquel bosque de helechos jurásicos, tras la última jornada de descanso.
La última posta, no obstante, es una prueba de resistencia, un refugio atómico centenario en edad y milenario en capacidad, un complejo monstruoso en el que para sobrevivir el viajero ha de soportar montones de enanos irreverentes gritando y agitándose como gnomos en celo, escuchar las historias de dipsómanos venidos del otro lado del océano, ignorar los rasgueos desacompasados de guitarras a deshora, hacer uso de sus artes en lenguas sajonas e incluso tontear con el mundo oriental, y todo bajo los litros y litros de agua traídos por una llovizna que se convirtió en tormenta y acabó en un huracán que arrasó con el monte que domina la ansiada meta.
.- Día 7
El viajero disfruta de su soledad. No es que la busque pretendidamente, tampoco se ha propuesto huir de la compañía humana que se le aproxima circunstancialmente, pero el camino se alarga y el viajero se ha acostumbrado a avanzar con sus pensamientos como única compañía, por eso se sorprende cuando, a estas alturas de su trayecto, comprueba que no es el único, que otros viajeros comienzan a aparecer como brotados de la tierra, al girar tras una curva, al pasar una arboleda, descansando en una fuente. Por un lado, el viajero se siente reconfortado al observar cómo otros siguen sus pasos y los de aquellos que fueron antes que él; por otro, en cambio, comienza a preguntarse si realmente merece la pena buscarse a sí mismo entre una multitud de gente. En cualquier caso ya no queda mucho que hacer, el final del camino se encuentra allá, atravesando aquel bosque de helechos jurásicos, tras la última jornada de descanso.
La última posta, no obstante, es una prueba de resistencia, un refugio atómico centenario en edad y milenario en capacidad, un complejo monstruoso en el que para sobrevivir el viajero ha de soportar montones de enanos irreverentes gritando y agitándose como gnomos en celo, escuchar las historias de dipsómanos venidos del otro lado del océano, ignorar los rasgueos desacompasados de guitarras a deshora, hacer uso de sus artes en lenguas sajonas e incluso tontear con el mundo oriental, y todo bajo los litros y litros de agua traídos por una llovizna que se convirtió en tormenta y acabó en un huracán que arrasó con el monte que domina la ansiada meta.
Ave Maria, gratia plena, deus tecum, benedicta tu in mulieribus...
Haberlas, haylas, desde luego...
.- Día 6
Hablemos de la luna. La luna es un lugar inhóspito, despoblado, carente de seres humanos y con apenas vegetación. Su suelo es de piedra, piedra dura que se agarra al suelo con toda la fuerza de la soledad extrema, y fina arena sobre la que reverbera el sol. En la luna reinan las avispas, campan a sus anchas y se divierten revoloteando de un lugar a otro. El viajero lo sabe porque el viajero ha transitado por su superficie, la ha cruzado como quien cruza el desierto, con sólo un chorro de agua en la cantimplora y un plátano y una chocolatina como únicos alimentos.
Pero para recorrer la luna hace falta llegar hasta ella, y eso no es fácil, pues es necesario cumplimentar una infinidad de kilómetros, al menos ochenta, y sólo con una determinación tan marcada como la que posee el viajero se puede alcanzar satisfactoriamente el objetivo. Antes será necesario enfrentarse a mariposas kamikaze, ingerir mosquitos al pie de iglesias románicas, evitar el abrazo estremecedor de las zarzas que agarran con la pasión del amante celoso.
¿Y qué hay más allá de la luna? Un montón de tipos cargados con mochilas que caminan renqueantes, se fríen unas patatas en cualquier lugar y ofrecen una taza de té tan reconfortante y gratuita como inexistente, y que, para colmo de desdichas del sufrido y desafortunado viajero, se retiran a sus aposentos antes incluso de que caiga el sol, sin tener la posibilidad de comprobar el tintineo de las farolas decadentes o la caída a plomo de las enormes puertas que les dejarán encerrados durante unas horas.
.- Día 6
Hablemos de la luna. La luna es un lugar inhóspito, despoblado, carente de seres humanos y con apenas vegetación. Su suelo es de piedra, piedra dura que se agarra al suelo con toda la fuerza de la soledad extrema, y fina arena sobre la que reverbera el sol. En la luna reinan las avispas, campan a sus anchas y se divierten revoloteando de un lugar a otro. El viajero lo sabe porque el viajero ha transitado por su superficie, la ha cruzado como quien cruza el desierto, con sólo un chorro de agua en la cantimplora y un plátano y una chocolatina como únicos alimentos.
Pero para recorrer la luna hace falta llegar hasta ella, y eso no es fácil, pues es necesario cumplimentar una infinidad de kilómetros, al menos ochenta, y sólo con una determinación tan marcada como la que posee el viajero se puede alcanzar satisfactoriamente el objetivo. Antes será necesario enfrentarse a mariposas kamikaze, ingerir mosquitos al pie de iglesias románicas, evitar el abrazo estremecedor de las zarzas que agarran con la pasión del amante celoso.
¿Y qué hay más allá de la luna? Un montón de tipos cargados con mochilas que caminan renqueantes, se fríen unas patatas en cualquier lugar y ofrecen una taza de té tan reconfortante y gratuita como inexistente, y que, para colmo de desdichas del sufrido y desafortunado viajero, se retiran a sus aposentos antes incluso de que caiga el sol, sin tener la posibilidad de comprobar el tintineo de las farolas decadentes o la caída a plomo de las enormes puertas que les dejarán encerrados durante unas horas.
Atasco de camiones
La bohème, c'est la bohème
.- Día 5
Qué rápido va el mundo cuando no caminas. Sin el paso a paso, sin el poco a poco del esfuerzo continuado, la tierra gira a mayor velocidad y los kilómetros se consumen sin que el viajero se aperciba de ello. Uno tendría la sensación, al comprobar que el tiempo transcurre de forma diferente, de que si la vida fuera un territorio por caminar, y si cada uno fuera para siempre el viajero que sólo es en momentos contados, el estar vivo tendría verdadero sentido.
Pero hoy no, porque hoy los pueblos aparecen y desaparecen en un suspiro, y las curvas se toman sin casi pretenderlo, y los desniveles del terreno han dejado de ser un supremo desafío para convertirse en un sencillo juego de niños que provoca risa.
Y entonces nada es tan importante, y el viajero pasa por catedrales, monasterios y montañas abruptas sin necesidad de jadear, sin que le falte el aliento, si que cada metro ganado sea una conquista titánica, pero algo falta, algo que el viajero decidió hacer para comprender quién era en realidad, y sólo queda esperar al día siguiente, observar pacientemente al paso de las horas en una casa de piedra en el fin del mundo, arreglar los frenos que no precisa para avanzar sin descanso, construir un imposible mundo mejor al abrigo de una queimada improvisada y robarle al sueño las horas que su cuerpo, cada vez más consumido, reclamará con inútil firmeza tras el siguiente canto del gallo.
.- Día 5
Qué rápido va el mundo cuando no caminas. Sin el paso a paso, sin el poco a poco del esfuerzo continuado, la tierra gira a mayor velocidad y los kilómetros se consumen sin que el viajero se aperciba de ello. Uno tendría la sensación, al comprobar que el tiempo transcurre de forma diferente, de que si la vida fuera un territorio por caminar, y si cada uno fuera para siempre el viajero que sólo es en momentos contados, el estar vivo tendría verdadero sentido.
Pero hoy no, porque hoy los pueblos aparecen y desaparecen en un suspiro, y las curvas se toman sin casi pretenderlo, y los desniveles del terreno han dejado de ser un supremo desafío para convertirse en un sencillo juego de niños que provoca risa.
Y entonces nada es tan importante, y el viajero pasa por catedrales, monasterios y montañas abruptas sin necesidad de jadear, sin que le falte el aliento, si que cada metro ganado sea una conquista titánica, pero algo falta, algo que el viajero decidió hacer para comprender quién era en realidad, y sólo queda esperar al día siguiente, observar pacientemente al paso de las horas en una casa de piedra en el fin del mundo, arreglar los frenos que no precisa para avanzar sin descanso, construir un imposible mundo mejor al abrigo de una queimada improvisada y robarle al sueño las horas que su cuerpo, cada vez más consumido, reclamará con inútil firmeza tras el siguiente canto del gallo.
Nunca costó tanto llegar a O Estofado
¡Quién nos iba a decir que aquella cuesta no terminaba nunca!
.- Día 4
Hoy sí. Hoy el camino es el camino, y se estrecha y se retuerce, y se pierde y se reencuentra, y gira sobre sí mismo en arabescos imposibles.
El mar, sin embargo, no es el mar, porque el mar no vuela, y hoy el mar estaba en el cielo, y allí seguiría si no hubiera decidido desplomarse de golpe sobre el viajero en forma de gruesas gotas de agua que anegaban la senda, sus alrededores, el aire, al viajero y a su alma. Ahora ya el viajero sabe lo que es avanzar por el fondo oceánico. El fondo oceánico es húmedo y brumoso, y está poblado de babosas y caracoles que treparían por sus piernas si esta detuviera su marcha.
Afortunadamente esta marcha no se detiene. Una multitud de flechas amarillas señalan el camino y se clavan en el desánimo del viajero, haciéndolo añicos y dándole fuerzas para continuar bajo el pesado manto de agua, y apetecería unir todas esas flechas y crear con ellas una sola, de una longitud tal que fuera posible, disparando con el arco apropiado, alcanzar el cielo, herirle los ojos y lograr así que, de una vez, deje de llorar para que el viajero cruce los puentes, atraviese las playas, suba los montes y escarbe en el heno que sea necesario hasta llegar a su objetivo, que no es otro que observar la interminable puesta de sol en el lugar más tranquilo del mundo, aquel donde hasta los colchones llevan chubasquero, aquel donde, aparte del propio viajero, sólo reinan las arañas.
.- Día 4
Hoy sí. Hoy el camino es el camino, y se estrecha y se retuerce, y se pierde y se reencuentra, y gira sobre sí mismo en arabescos imposibles.
El mar, sin embargo, no es el mar, porque el mar no vuela, y hoy el mar estaba en el cielo, y allí seguiría si no hubiera decidido desplomarse de golpe sobre el viajero en forma de gruesas gotas de agua que anegaban la senda, sus alrededores, el aire, al viajero y a su alma. Ahora ya el viajero sabe lo que es avanzar por el fondo oceánico. El fondo oceánico es húmedo y brumoso, y está poblado de babosas y caracoles que treparían por sus piernas si esta detuviera su marcha.
Afortunadamente esta marcha no se detiene. Una multitud de flechas amarillas señalan el camino y se clavan en el desánimo del viajero, haciéndolo añicos y dándole fuerzas para continuar bajo el pesado manto de agua, y apetecería unir todas esas flechas y crear con ellas una sola, de una longitud tal que fuera posible, disparando con el arco apropiado, alcanzar el cielo, herirle los ojos y lograr así que, de una vez, deje de llorar para que el viajero cruce los puentes, atraviese las playas, suba los montes y escarbe en el heno que sea necesario hasta llegar a su objetivo, que no es otro que observar la interminable puesta de sol en el lugar más tranquilo del mundo, aquel donde hasta los colchones llevan chubasquero, aquel donde, aparte del propio viajero, sólo reinan las arañas.
Sigue el camino de baldosas amarillas
Siempre es buen momento para acompañar un marmitaco con una sidrina...
.- Día 3
El viajero no es Sísifo, pero podría serlo. Sólo tendría que cambiar de nombre. De condena, no. La condena la padece cada vez que ha de ascender a las cumbres más altas, arrastrando su carga particular, que no es una enorme piedra pero podría serlo, para luego volver a bajar porque sí, porque le toca sufrir, porque algún Dios rencoroso ha cruzado en su camino las pistas falsas necesarias para confundir sus sentidos y su ruta. Pocas distancias son tan excesivas, y tan cansadas, como las que son inútiles.
Cualquier espíritu inconstante se preguntaría el porqué. El porqué de la distancia, del avance, de todo aquel caos incontrolable, del dolor que comienza a circular por sus músculos con tanta naturalidad como la sangre por sus venas.
Pero el camino devuelve todo lo que tomas prestado. Lo transforma, lo recicle y lo entrega como cúmulo de sensaciones. El camino comienza a tomar forma. A trozos, parcialmente, como el martillo y el cincel dibujan los contornos de la belleza sobre el mármol del escultor. El camino comienza a parecerse a la imagen que de él siempre soñó el viajero. Los sueños comienzan a fundirse con la realidad en forma de estrechez, de pequeños puentes, de dosis controladas de aventura. Y no hay nada, nada, que motive más al ser humano que la posibilidad de ver cumplidos sus sueños.
.- Día 3
El viajero no es Sísifo, pero podría serlo. Sólo tendría que cambiar de nombre. De condena, no. La condena la padece cada vez que ha de ascender a las cumbres más altas, arrastrando su carga particular, que no es una enorme piedra pero podría serlo, para luego volver a bajar porque sí, porque le toca sufrir, porque algún Dios rencoroso ha cruzado en su camino las pistas falsas necesarias para confundir sus sentidos y su ruta. Pocas distancias son tan excesivas, y tan cansadas, como las que son inútiles.
Cualquier espíritu inconstante se preguntaría el porqué. El porqué de la distancia, del avance, de todo aquel caos incontrolable, del dolor que comienza a circular por sus músculos con tanta naturalidad como la sangre por sus venas.
Pero el camino devuelve todo lo que tomas prestado. Lo transforma, lo recicle y lo entrega como cúmulo de sensaciones. El camino comienza a tomar forma. A trozos, parcialmente, como el martillo y el cincel dibujan los contornos de la belleza sobre el mármol del escultor. El camino comienza a parecerse a la imagen que de él siempre soñó el viajero. Los sueños comienzan a fundirse con la realidad en forma de estrechez, de pequeños puentes, de dosis controladas de aventura. Y no hay nada, nada, que motive más al ser humano que la posibilidad de ver cumplidos sus sueños.
Mira, tía p..., en el suelo va a dormir tu p... madre
Si hubiera venido Pedro otro gallo hubiera cantado...
.- Día 2
La peor pesadilla puede perfectamente ser algo así como comer caviar en mal estado. El viajero se ve a sí mismo transitando por un paisaje de ensueño, un vergel paradisíaco digno de ser morada de las divinidades. Los riachuelos fluyen por doquier entonando dulces canciones de amor y amistad, la vegetación le cubre de un verde exuberante, el mar le sigue de lejos, a veces oculto, a veces asomando furtivamente como un espía incompetente.
Y sin embargo el paraíso esconde sus secretos en vericuetos retorcidos, en callejones sin salida, en monstruos que, resoplando bocanadas de humo, pretenden sacarle del camino que él mismo, en un arranque de soberbia y amor propio, se ha marcado como único y verdadero.
El viajero lucha contra el viento en viaductos inverosímiles, se agarra a anclas de museo como al último clavo ardiendo, alza manos para tratar de atrapar una gaviota que le transporte al país del sueño eterno, pero es inútil, las gaviotas se transforman en Ícaros irresponsables cuyas alas se derriten como las ilusiones de un condenado, yonquis kafkianos sellan los caminos que la lógica designaría como preferibles y, cuando por fin el viajero parece poder descansar en paz, ha de hacerlo sobre el duro suelo polvoriento, cenizas a las cenizas y polvo al polvo, como un cadáver, si los cadáveres tienen pesadillas. Caviar en mal estado.
.- Día 2
La peor pesadilla puede perfectamente ser algo así como comer caviar en mal estado. El viajero se ve a sí mismo transitando por un paisaje de ensueño, un vergel paradisíaco digno de ser morada de las divinidades. Los riachuelos fluyen por doquier entonando dulces canciones de amor y amistad, la vegetación le cubre de un verde exuberante, el mar le sigue de lejos, a veces oculto, a veces asomando furtivamente como un espía incompetente.
Y sin embargo el paraíso esconde sus secretos en vericuetos retorcidos, en callejones sin salida, en monstruos que, resoplando bocanadas de humo, pretenden sacarle del camino que él mismo, en un arranque de soberbia y amor propio, se ha marcado como único y verdadero.
El viajero lucha contra el viento en viaductos inverosímiles, se agarra a anclas de museo como al último clavo ardiendo, alza manos para tratar de atrapar una gaviota que le transporte al país del sueño eterno, pero es inútil, las gaviotas se transforman en Ícaros irresponsables cuyas alas se derriten como las ilusiones de un condenado, yonquis kafkianos sellan los caminos que la lógica designaría como preferibles y, cuando por fin el viajero parece poder descansar en paz, ha de hacerlo sobre el duro suelo polvoriento, cenizas a las cenizas y polvo al polvo, como un cadáver, si los cadáveres tienen pesadillas. Caviar en mal estado.
Diario de una fraventura
La fraviper, fiel compañera
.- Día 1
Si el viajero tuviera que plasmar en un lienzo su primer día de camino, acudiría a su paleta y mezclaría marrones y amarillos hasta obtener un ocre quemado, el ocre de la tierra tostada por el sol. Bañaría su mundo en ese color y lanzaría, aquí y allá, en un azar ordenado, pinceladas de un verde oscuro que moteara colinas lejanas, sierras que se levantaran a un lado y a otro y que, haciéndole pasillo, le rindieran honores.
La senda sería recta, eterna como un doloroso via crucis, pero bella al mimo tiempo, con la belleza que se refleja, a destellos, en los rostros que sufren.
El mundo daría vueltas, provocando un ligero y desagradable mareo que acompañaría al viajero como un parásito inclemente y que sólo sería soportable, mientras quedan atrás puentes sobre ríos ficticios, torres de iglesias deshabitadas y cielos cada vez más grises, por la perspectiva de unos minutos de reposo y de unos días, los próximos, cargados de emociones.
.- Día 1
Si el viajero tuviera que plasmar en un lienzo su primer día de camino, acudiría a su paleta y mezclaría marrones y amarillos hasta obtener un ocre quemado, el ocre de la tierra tostada por el sol. Bañaría su mundo en ese color y lanzaría, aquí y allá, en un azar ordenado, pinceladas de un verde oscuro que moteara colinas lejanas, sierras que se levantaran a un lado y a otro y que, haciéndole pasillo, le rindieran honores.
La senda sería recta, eterna como un doloroso via crucis, pero bella al mimo tiempo, con la belleza que se refleja, a destellos, en los rostros que sufren.
El mundo daría vueltas, provocando un ligero y desagradable mareo que acompañaría al viajero como un parásito inclemente y que sólo sería soportable, mientras quedan atrás puentes sobre ríos ficticios, torres de iglesias deshabitadas y cielos cada vez más grises, por la perspectiva de unos minutos de reposo y de unos días, los próximos, cargados de emociones.
ESTATUTS
Aquesta agrupació per a l'oci i gaudiment es regirà per les següents NORMES de funcionament integral:
PRINCIPIS I DECLARACIÓ D´INTENCIONS:
·El primer mai serà el més fort ni el més bonic, sino sòls qui arriva abans. (En tot cas és el més virgueret i qui es perd la conversa interessant del pilot).
·Aquell que sempre vaja l´últim mai serà el més feble ni el més "pardal", només qui aplega després. (En tot cas és el qui més relacions sentimentals ha tingut la nit abans i qui ara es perd la interessant conversa del pilot).
·Qui per una excusa no creïble deixe d´anar a una excursió, pagarà el café a la resta de companys en la següent convocatòria, sempre que hi assistisca algun membre.
·No s´admetran com a excuses creïbles: que ploga a bots i barrals, 41º de febre, constipat monumental o similars malalties, compromissos familiars o conjugals, no disposar de bici, i d´altres.
DRETS:
1. Tots els membres tenen dret:
·A una bicicleta que no es trenque.
·A beneficiar-se del café de multa imposat en cada convocatòria, sempre que hi assistisca a la següent.
·A gaudir del paisatge durant el camí i, sobretot, a les acaballes de l'itinerari.
·A baixar-se de la bici quan estiga cansat en qualsevol circumstància. Igualment, poden acabar en última posició, si és el seu desig.
·A una bac i trencament de parts del cos. Ans del bac s'ha de pensar en els companys que han de fer la guàrdia durant la baixa.
·A portar un telèfon mòbil (les condicions s'especificaran a l'apartat dels deures).
DEURES:
·Mantindre la bicicleta en bon estat.
·Pagar el café de multa.
·Callar i dissimular si no li agrada la ruta.
·Esperar als companys endarrerits (fins i tot si es tracta de Lance).
·Esforçar-se per no endarrerir, sense justificació, la marxa del grup.
·Dur el mòbil apagat (es faran parades tècniques per a comprovar l'agenda i fer el preceptiu control "antidoping").
·En cas de bac, no demanar la baixa si no és estrictament necessari.
DISPOSICIÓ FINAL:
En aquest club (estupendo) els membres no tindran cap deure (i menys per a casa). Per tant queden anul·lats tots els articles anteriors (ja, ja).
PRINCIPIS I DECLARACIÓ D´INTENCIONS:
·El primer mai serà el més fort ni el més bonic, sino sòls qui arriva abans. (En tot cas és el més virgueret i qui es perd la conversa interessant del pilot).
·Aquell que sempre vaja l´últim mai serà el més feble ni el més "pardal", només qui aplega després. (En tot cas és el qui més relacions sentimentals ha tingut la nit abans i qui ara es perd la interessant conversa del pilot).
·Qui per una excusa no creïble deixe d´anar a una excursió, pagarà el café a la resta de companys en la següent convocatòria, sempre que hi assistisca algun membre.
·No s´admetran com a excuses creïbles: que ploga a bots i barrals, 41º de febre, constipat monumental o similars malalties, compromissos familiars o conjugals, no disposar de bici, i d´altres.
DRETS:
1. Tots els membres tenen dret:
·A una bicicleta que no es trenque.
·A beneficiar-se del café de multa imposat en cada convocatòria, sempre que hi assistisca a la següent.
·A gaudir del paisatge durant el camí i, sobretot, a les acaballes de l'itinerari.
·A baixar-se de la bici quan estiga cansat en qualsevol circumstància. Igualment, poden acabar en última posició, si és el seu desig.
·A una bac i trencament de parts del cos. Ans del bac s'ha de pensar en els companys que han de fer la guàrdia durant la baixa.
·A portar un telèfon mòbil (les condicions s'especificaran a l'apartat dels deures).
DEURES:
·Mantindre la bicicleta en bon estat.
·Pagar el café de multa.
·Callar i dissimular si no li agrada la ruta.
·Esperar als companys endarrerits (fins i tot si es tracta de Lance).
·Esforçar-se per no endarrerir, sense justificació, la marxa del grup.
·Dur el mòbil apagat (es faran parades tècniques per a comprovar l'agenda i fer el preceptiu control "antidoping").
·En cas de bac, no demanar la baixa si no és estrictament necessari.
DISPOSICIÓ FINAL:
En aquest club (estupendo) els membres no tindran cap deure (i menys per a casa). Per tant queden anul·lats tots els articles anteriors (ja, ja).
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