domingo, 9 de septiembre de 2007

Mira, tía p..., en el suelo va a dormir tu p... madre

Si hubiera venido Pedro otro gallo hubiera cantado...






.- Día 2

La peor pesadilla puede perfectamente ser algo así como comer caviar en mal estado. El viajero se ve a sí mismo transitando por un paisaje de ensueño, un vergel paradisíaco digno de ser morada de las divinidades. Los riachuelos fluyen por doquier entonando dulces canciones de amor y amistad, la vegetación le cubre de un verde exuberante, el mar le sigue de lejos, a veces oculto, a veces asomando furtivamente como un espía incompetente.

Y sin embargo el paraíso esconde sus secretos en vericuetos retorcidos, en callejones sin salida, en monstruos que, resoplando bocanadas de humo, pretenden sacarle del camino que él mismo, en un arranque de soberbia y amor propio, se ha marcado como único y verdadero.

El viajero lucha contra el viento en viaductos inverosímiles, se agarra a anclas de museo como al último clavo ardiendo, alza manos para tratar de atrapar una gaviota que le transporte al país del sueño eterno, pero es inútil, las gaviotas se transforman en Ícaros irresponsables cuyas alas se derriten como las ilusiones de un condenado, yonquis kafkianos sellan los caminos que la lógica designaría como preferibles y, cuando por fin el viajero parece poder descansar en paz, ha de hacerlo sobre el duro suelo polvoriento, cenizas a las cenizas y polvo al polvo, como un cadáver, si los cadáveres tienen pesadillas. Caviar en mal estado.

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